Un templo budista edificado en el centro de un precioso lago. Un monje budista que vive en el templo. Su joven discípulo, un niño que va pasando por diferentes etapas de la vida hasta la madurez. Y vuelta a empezar.
La metáfora más impresionante jamás vista sobre el ciclo de la vida. Cine puramente poético, cargado de simbolismo y significado. Una cinta repleta de pequeños detalles y que abarca una vida completa, mostrando lo bueno, lo menos bueno y lo malo. Todos los sentimientos que afloran a lo largo de una vida están reflejados de una forma o de otra en la película.
Además, una factura técnica perfecta, una película preciosa desde el punto de vista visual, con unos entornos naturales sencillamente asombrosos que se fijarán en la memoria del espectador. La maestría del director queda demostrada en la planificación de una obra en la que además se permite el lujo de reservarse la interpretación de uno de los papeles.
Una cinta única, distinta y reflexiva sobre la propia vida que merece la pena sin duda ver al menos una vez, aunque probablemente quien lo haga no podrá resistirse a recordarla y volver a ella alguna vez más. Imprescindible.
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